lunes, 14 de marzo de 2011

Que la Feria del Libro abra un espacio para discutir las posiciones de Vargas Llosa

La Feria del Libro es un acontecimiento eminentemente comercial, su éxito se mide por cantidad de visitantes y ventas. Es lo que sucede también con otras ferias ligadas a la actividad: en la última Feria de Francfort, por citar el ejemplo paradigmático de estos eventos, los acontecimientos más difundidos fueron la venta de los derechos de la obra de Borges y la algarabía que el nombramiento de Vargas Llosa como Premio Nobel había causado en el stand de Alfaguara, la multinacional que tiene los derechos del peruano. 

Esto no impide, o mejor dicho, quizá provoque que la Feria opere también como caja de resonancia de la actualidad política. Es lo que sucede con la invitación, por parte de la Fundación El Libro, del autor de La tía Julia y el escribidor a la apertura no oficial de la Feria. 

Es una impostura, por tanto, la acusación que intelectuales kirchneristas le endilgan a la Fundación El Libro de ser un frente de los monopolios editoriales, cuando pocos meses atrás ellos se peleaban para conseguir pasaje en la delegación oficial a la Feria de Francfort. En última instancia, tanto el gobierno de Cristina Fernández como Vargas Losa y la Fundación El Libro están de acuerdo en la defensa del negocio de los grandes pulpos editoriales. 

Los escritores ligados al oficialismo se acordaron de la condición capitalista de la Fundación El Libro a raíz de la invitación a Vargas Llosa para que pronuncie el discurso inaugural. El director de la Biblioteca Nacional , Horacio González, reclamó una modificación de la agenda con el argumento de que "hay dos Vargas Llosa, el gran escritor que todos festejamos, y el militante que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos populares de la región". 

Para salvar el inconveniente que representa el peruano, propuso que "para este evento inaugural se designe a un escritor argentino en condiciones de representar las diferentes corrientes artísticas y de ideas que se manifiestan hoy en la sociedad argentina". ¿Quién encarnaría a semejante espejismo? Semejante "síntesis" sería repudiable como emblema del eclecticismo y de la mediocridad. El país ha visto a numerosos escritores que les chupan las medias a "los gobiernos populares", pero no por eso deberían inaugurar la Feria. La mayoría de ellos ha atacado al Partido Obrero por el asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra, con el inocultable propósito de encubrir a la burocracia sindical, la estatización de los sindicatos y la coalición político-económica que mantiene el gobierno con la patota asesina. 

Si designaran, llegado el caso, a semejante "síntesis" de "las corrientes de ideas de la sociedad argentina", iríamos a repudiarlo como un agente de la patota de la UF. 

Por otro lado, ¿por qué debería ser un escritor el que inaugure la Feria y no un lector, si la Feria es "del escritor al lector", por ejemplo un obrero ferroviario? Este podría transmitir a "la sociedad" la vivencia de un explotado con la literatura. Para que ocurra esto no es necesario prohibir la presencia de Vargas Llosa, sino cancelar el carácter capitalista de la Fundación El Libro. 

A los "intelo" K es lo último que se les ocurriría. Lo que diferencia a Vargas Llosa de un K es la consecuencia: el peruano sigue defendiendo las políticas menemistas que impulsaron los K (y que hoy protegen de la desaparición) bajo el menemismo. Con relación a la cuestión palestina, sin embargo, Vargas Llosa se encuentra a la izquierda de los K, tutelados por el sionismo.

En el mundo abundan los grandes escritores que son políticamente reaccionarios -desde Balzac hasta Céline y Borges. El autor de La ciudad y los perros es, desde hace mucho, un vocero del Departamento de Estado norteamericano.

González no aclara quiénes militan en la coalición de derecha que él ataca, aunque muchos de los consuetudinarios habitués de las coaliciones de derecha que han pululado en la Argentina son o fueron aliados del gobierno kirchnerista, como Duhalde, Scioli y la burocracia sindical, o son sus socios políticos en algunos emprendimientos de seguridad, como Macri en el acuerdo de acción conjunta entre la Federal y la Metropolitana en la masacre del parque Indoamericano, o en la unificación de las elecciones comunales acordada en la Legislatura.

Las dos organizaciones más importantes que nuclean a escritores dieron también su opinión respecto de la invitación al Nobel. En su declaración, el presidente de la Sade, Alejandro Vaccaro, quien hace muy poco afirmó en un reportaje en Clarín, que su organización sólo pretendía defender los derechos de los escritores sin meterse en cuestiones ideológicas -cosa que dejaba para la SEA-, interviene en el debate en favor del gobierno. En cambio, la "ideológica" SEA, por boca de su vicepresidente, dice: "Hubiéramos querido que fuera otro; expresamos nuestro disgusto, pero lo aceptamos". 

Para la SEA cooptada por el macrista Lombardi, "Vargas Llosa ha tenido expresiones casi injuriantes para la Argentina ", sin aclarar si se refiere a las denuncias de corruptela y latrocinio gubernamentales por parte del Premio Nobel. Tampoco queda claro a cuál Argentina se refiere: si a la de Pedraza, el pago de la deuda al Club de París y el veto al 82% móvil para los jubilados, o a la de la lucha de los tercerizados por su pase a planta permanente, la de los trabajadores del subte por el reconocimiento de su dirección combativa y la de los que luchan por el castigo a todos los responsables del asesinato de Mariano Ferreyra

Horacio González, al final, cometió un delito de lesa literatura: primero, se anticipó a sus mandantes para pedir la proscripción del novelista; luego se plegó, como los otros seguidistas K, al rechazo de la Presidenta a su reclamo -algo que Vargas Llosa no ha hecho hasta ahora con el poder político, aunque sea un propagandista político del imperialismo. LuchArte expresa su rechazo a que Vargas Llosa inaugure la Feria, pero no a que participe de ella bajo cualquier forma, también rechaza el carácter comercial, es decir capitalista de la Feria, y todas las proscripciones que esto implica -desde las limitaciones económicas hasta las políticas para participar. 

Del mismo modo, rechaza la pretensión de los K de ocupar ese puesto, lo que no sería más que una tentativa de regimentar la opinión, como ocurre con todos los emprendimientos que ha tomado el oficialismo. 

La Feria del Libro debe representar al campo de los escritores, de la educación y de la clase obrera. El carácter de la inauguración no sería determinado por la Fundación Nobel ni por la Fundación El Libro, ni tampoco por organismos disciplinados al poder político. 

Los "intelos" que aplauden el pago de la deuda externa con dinero de la Anses no tienen condiciones para dar lecciones de antiimperialismo a nadie. Reclamamos sí que la Feria del Libro organice mesas de debate sobre lo que diga Vargas Llosa, abiertas a todas las corrientes políticas e intelectuales de la Argentina. 

Sabemos que las opiniones políticas son expresiones de la defensa de intereses determinados; por eso no nos resulta ingenua la invitación de la Fundación El Libro al autor de Pantaleón y las visitadoras. La Feria debería abrir un espacio para el debate de estas posiciones, de modo que quede claro de qué lado está cada quien.

Ni la Sade ni la SEA defienden la intervención independiente de sus afiliados. Proponemos a todos los escritores la creación de una corriente independiente del Estado y de los partidos patronales, que se alinee con la lucha de los trabajadores por la defensa de sus derechos y reivindicaciones. 

LuchArte Escritores

Que se calle ese ciego

Martín Caparroz

Querido Horacio: ¿qué harías si apareciera Borges? ¿Y Cortázar? Me cuesta escribirte estas líneas. Vos sabés que te respeto y, sobre todo, te tengo mucho cariño. Pero acabo de leer tu carta al director de la Cámara del Libro pidiendo que anulen la invitación a Mario Vargas Llosa para que inaugure la Feria del Libro.

A mí Vargas me cae bastante mal. Sus opiniones políticas me parecen –como a vos– deleznables. Pero es un escritor, que fue un excelente escritor de los años sesenta, que publicó entonces dos o tres libros muy buenos y un gran libro, y que después se dedicó a confeccionar novelitas –lo cual es, en su caso, particularmente enojoso: alguien con su inteligencia sabía qué estaba haciendo.

A vos su literatura, decís, te gusta más que a mí. Pero decís que “mucho tememos –¿quiénes son ustedes?– que no sea el Vargas Llosa de Conversación en la Catedral el que hable en la Feria sino el Vargas Llosa de la coalición de derecha que en estos mismos días realiza una reunión en Buenos Aires”.

Yo imagino que debe ser el mismo y que, para inaugurar una Feria del Libro hablará de libros y, quizás, un poco de política. Supongo que es, al fin y al cabo, un derecho que se ganó escribiendo: si no te gusta lo que dice, te alcanzaría con ejercer tu derecho a no escucharlo. Pero querés que no hable.

Y más. Si solo –¿solo?– hubieras querido que no hablara era más eficaz levantar el teléfono y llamar a la Cámara del Libro: entonces ellos habrían podido organizar con él un resfrío o una cojera pertinaz. Pero no se trataba de eso: uno diría que ustedes –¿quiénes son ustedes?– querían demostrar que pueden, que definen quién habla y quién no habla. No creo que sea tu intención, Horacio, pero así es como queda, porque en lugar de llamar a la Cámara publicás un texto para invitarlos públicamente a que “reconsideren” su invitación a que le digan, en síntesis, como solía decir nuestro querido Elvio, “no te vistas que no vas”.

Con eso, para empezar, le das al asunto una difusión improbable: si Vargas hubiera hablado en la Feria, eran unas líneas rutinarias en los diarios con tu pedido despertaste radios y televisiones y malhumores de mucha gente que cree que hay que dejar hablar. Supongo que era lo que querías si no, sería un error grave.

Para seguir, ponés a la Feria en un brete: si no te hacen caso y le mantienen la invitación se enemistan con el oficialismo –vos sos, ahora, el oficialismo, el peso del Estado– y, en este país y este momento, un organismo de ese tipo puede pagarlo caro si te hacen caso y le dicen que no venga, son unos pusilánimes tornadizos a los que no muchos, de ahora en adelante, aceptarán convites. Una situación de pura pérdida.

Supongamos que no te importe: es tu derecho. Les proponés que, en cambio, “se designe a un escritor argentino en condiciones de representar las diferentes corrientes artísticas y de ideas que se manifiestan hoy en la sociedad argentina”. ¿Lo decís en serio, Horacio? ¿Un escritor argentino que represente “las diferentes corrientes artísticas y de ideas”? ¿Uno para todas, todas para uno? Vos sabés mejor que yo que ese escritor no existe y, al tratar de desinvitar a Vargas Llosa, trabajás para que exista menos todavía.

Yo no estoy en contra del enfrentamiento social y cultural sí estoy en contra del enfrentamiento social y cultural por chiquitaje. Pero los dos sabemos que en la cultura argentina actual hay un grado de enfrentamiento que elimina cualquier posibilidad de que alguien “represente las diferentes corrientes”. Y además, ¿por qué tiene que ser argentino? ¿Estamos por las fronteras literarias? ¿Nos sentimos más cerca de Hugo Wast que de Vassili Grossman, de Mallea que de Céline, de Aguinis que de Murakami? ¿Somos jinetes protestantes?

Discúlpame que te diga que tu gesto me parece autoritario. El problema no es que no estén representadas las distintas corrientes: en una inauguración, si habla un tipo, nunca va a estar representada más de una. El tema es que ésa no te gusta. Sí te gusta, supongo, la una y única que está representada en esos actos multitudinarios que organiza el gobierno argentino en el canal público, llamados 678, donde vas con cierta frecuencia ahí no parece molestarte que no estén representadas “las diferentes corrientes artísticas y de ideas que se manifiestan hoy en la sociedad argentina” ahí, en un espacio tanto más público –con mucho más público, pagado por el dinero público– que la Feria del Libro, nunca se presenta sino una corriente, y a todas las otras que las parta un rayo –o sus insultos. Dicen algunos que en la Biblioteca Nacional pasa algo parecido, pero no me consta sí sé que en la mayoría de sus actos, la corriente es más o menos monocorde.

En cualquier caso, la situación parece clara: un intelectual oficialista –respaldado por otros intelectuales oficialistas: un grupo de intelectuales oficialistas trata de impedir que un escritor que dice que respeta pero no le gusta por sus posiciones políticas inaugure la Feria del Libro. Por eso la pregunta del principio: ¿si viniera, un suponer, Jorge Luis Borges, tanto más de derecha que Mario Vargas Llosa, también le impedirían inaugurar la Feria?

¿O si viniera, incluso, Julio Cortázar, y siguiera siendo de izquierda y entonces criticara a este gobierno, también lo callarían? No quiero ponerme liberal, nunca lo fui. Pero el peligro de decir quién puede y quién no puede hablar es que sienta un precedente: hoy decís que no puede hablar fulano porque no te gusta ¿cómo hacés para impedir que otros hagan lo mismo, mañana, con zutano? ¿Con el sólo argumento de que zutano sí te gusta y tenés el poder de decidirlo? ¿Es un puro ejercicio de poder? Vos sabrás. Yo, como nunca tuve, no sé hacer esas cosas.

Afectuosamente, pese a todo,

                                              Martín Caparrós.


El Argentino

Piqueteros intelectuales

Mario Vargas Llosa

MADRID.- Un puñado de intelectuales argentinos kirchneristas, vinculados con el grupo Carta Abierta, encabezados por el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, pidió a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires, que se abrirá el 20 de abril, que me retirara la invitación para hablar el día de su inauguración. La razón del veto: mi posición política "liberal", "reaccionaria", enemiga de las "corrientes progresistas del pueblo argentino" y mis críticas a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.

Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación de su gobierno, ni oportuna, cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección. Obedientes, pero sin duda no convencidos, los intelectuales kirchneristas dieron marcha atrás.

Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración. Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta.

Esto no significa, claro está, que aliente la menor simpatía por sus horrendas dictaduras militares cuyos crímenes, censuras y violaciones de los derechos humanos he criticado siempre con la mayor energía en nombre de la cultura de la libertad que defiendo y que es constitutivamente alérgica a toda forma de autoritarismo.

Precisamente, la única vez que he padecido un veto o censura en la Argentina, parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas, fue durante la dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general Harguindeguy, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi novela La tía Julia y el escribidor y demostrando que ésta era ofensiva al "ser argentino". Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero.

Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las "corrientes populares".

Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en la Argentina, el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano. Y si un rosarino llamado Ernesto "Che" Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.

Fuego de artificio

El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria, sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros. Está visceralmente reñido con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro, la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación -al igual que la raza o la religión- no constituye un valor ni establece jerarquías cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana.
Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado filosófico o político digno de memoria, sólo panfletos a menudo de una retórica tan insulsa como beligerante. Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor.

Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y convierten en consignas, lugares comunes y clisés. Los intelectuales kirchneristas que sólo quisieran oír y leer a quienes piensan como ellos y que se arrogan la exclusiva representación de las "corrientes populares" de su país están muy lejos no sólo de un Alberdi o un Sarmiento, sino también de una izquierda genuinamente democrática que, por fortuna, está surgiendo en América latina, y que en países donde ha estado o está en el poder, como en Chile, Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse, renunciando no sólo a sus tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia "formal" sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego democrático, la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión privadas, y las instituciones formales que antes llamaba burguesas. Esa izquierda renovada está impulsando de una manera notable el progreso económico de sus países y reforzando la cultura de la libertad en América latina.

¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde sólo tienen uso de la palabra los escribidores al servicio del régimen? La convulsionada Venezuela de Hugo Chávez es tal vez su modelo. Pero allí, a diferencia de los miembros del grupo Carta Abierta, la inmensa mayoría de intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, no es partidaria de los vetos y censuras. Por el contrario, combate con gran coraje contra los atropellos a la libertad de expresión y la represión creciente del gobierno chavista a toda forma de disidencia u oposición.

De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos, piedras y botes de pintura. Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de arriba abajo con insultos. Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El matadero .

Me apena que quien encabezara esta tentativa de pedir que me censuraran fuera el director de la Biblioteca Nacional, es decir, alguien que ocupa ahora el sitio que dignificó Jorge Luis Borges. Confío en que no lo asalte nunca la idea de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus convicciones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario. Supongo que si es malo que las ideas "liberales", "burguesas" y "reaccionarias" se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean. De ahí hay solo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con "las corrientes progresistas del pueblo argentino".

El País.es

domingo, 13 de marzo de 2011

La feria de Vargas


Américo Cristófalo*

“La ciudad no hablaba de otra cosa.”
Vargas Llosa, El sueño del celta

 
La polémica de estos días acerca de Vargas Llosa –la invitación que le concede la Fundación El Libro para abrir la Feria de Buenos Aires, y las dos cartas de Horacio González– puso en escena una serie de supuestos acerca de lo que es posible decir, qué actores y en calidad de qué lo dicen, cuándo decirlo, y la oportunidad política de hacerlo.

Supuestos de compleja elucidación y que merecen alguna mesura mayor, pronunciamientos más serenos, un lenguaje más sutil para el tratamiento de las categorías en disputa: censura, libre expresión, literatura y política, etc. Pero hay dos presunciones que han tomado la apariencia de verdades universales.

La primera se refiere al carácter “indiscutido” de Vargas Llosa en cuanto escritor, independientemente de sus opiniones; se lo ha llamado “gran maestro” de la novela, se invoca el consenso del Premio Nobel, se habla de su “inmensa erudición”, se juzga eminente su obra… en fin, se pone a Vargas en la cima de la literatura contemporánea en lengua española.

La segunda presunción establece que las instituciones públicas no deben ni pueden pronunciarse acerca de lo que en el terreno del libro hacen o deshacen las fundaciones privadas, el mercado y la industria cultural; se considera peligroso y aun aberrante que una institución del Estado abra y promueva un debate en este sentido, se recurre al típico prejuicio liberal, por otra parte propio de propagandistas y agentes como el Nobel implicado, que de entrada cierra toda alternativa de discusión alrededor de un sector simbólicamente sensible de la producción y las prácticas culturales, y se estima que el Estado no tiene nada que hacer ni decir acerca de ellas.

Por razones que no sería pertinente delimitar aquí, algo –llamémoslo provisoriamente deseo– comprende la distinción entre novela estándar y novela, probablemente porque la novela moderna buscó desde siempre la negación de la novela. Esta cualidad negativa fue uno de sus rasgos fuertes hasta aproximadamente la década del ‘80.

Hablo de la potencia que dio lugar a Ulises, a Molloy, a las sagas faulknerianas, por citar momentos clásicos, o entre nosotros novelas como, Cuerpo a cuerpo, de David Viñas o El amhor, los orsinis y la muerte, de Néstor Sánchez, o La experiencia de la vida, de Leónidas Lamborghini. El debate hasta aquí viene excluyendo con todo cuidado lo que se revela en la política de las formas.

Se define al ex candidato como escritor de derecha porque opina y propaga argumentos tópicos de la derecha política. A mi modo de ver, Vargas es un escritor de derecha porque ha sabido interpretar y cumplir con evidente docilidad, libre sometimiento y sentido de ocasión, el giro general que a partir de los años ’80 se recomendó aplicar y se recomienda seguir aplicando desde los grandes consorcios editoriales.

Pasado el suspiro verde-continental del boom, para superar 20 mil ejemplares había que acomodarse al conjunto de normas de la industria editorial, tardíamente alcanzada por conocidos y quizás inevitables movimientos de concentración, bancarización y virtualización financiera, movimientos que dieron paso a la moneda universal única de la novela, el mismo relato escrito una y otra vez en Tokio, Londres, Buenos Aires o Lima, con variantes de ingenio, mayor o menor competencia técnica y en lenguas llamadas neutras.

Un lenguaje de novela que no tenía el alcance que llegó ahora a tener cuando Barral era todavía el señor Carlos Barral, y Gallimard el señor Gastón Gallimard, y los dueños del negocio no eran fondos de inversión que apresuran resultados a Prisa. Es al menos ingenuo pensar que los grandes procesos de monopolización editorial se limitaron a cambiar la forma y fachada del negocio.

Tuvieron y tienen una incidencia no del todo entendida, asumida irracional o deliberadamente, sobre las elecciones formales, los procedimientos técnicos y la ideología literaria. El malentendido es fenomenal. Vargas es un escritor de la derecha porque opina lo que opina y porque en correlato habla plácidamente la lengua mitológica, oscura y redundante de las fórmulas salvajes que impuso la industria cultural. Escrituras como las de Viñas o Lamborghini (ver Tartabul, 2006; ver Trento, 2003) persistieron en cambio y a través de la novela sobre tonos dramáticos, satíricos y desmitificadores de la cultura.

No está de más agregar al debate que Vargas, su premiado trabajo de novelista, responde al llamado celestial del mercado y que ese llamado es un mandato acerca del buen hacer narrativo: claridad y sucesividad de trama, personajes consistentes, equilibrio, intriga, peripecias ocurrentes, enciclopedismo histórico, psicología, destreza de voces, etc.

El conjunto de apreciaciones que domina la correcta literatura con agregados de color existencial, altisonancias culturales, alardes profundos, aburrimiento insípido, frases solemnes y empalagosas. Cartón lleno. Por la vía de las comparaciones y semejanzas se escucha insistentemente en estos días, y como réplica a la discreta sugerencia de Horacio González, llevada al paroxismo de la sordera y la deformación: “¿Y qué hubieras hecho si la inauguración de la Feria se la daban a Borges?”

Refiero la ligera comparación “ideológica” entre Borges y Vargas, definidos según se dice por una común costumbre conservadora. Dicho muy rápidamente, Borges permaneció en la lengua Borges, permaneció irónicamente exterior a la lengua del espectáculo.

Habló una lengua acriollada, una lengua reminiscente, que se estimó elegante en la elusión o la cita estereotipada de tonos plebeyos, una lengua que se presentó según linajes argentinos, una lengua escrita sobre una superficie muy delgada, que quiso arrogarse una vaga hazaña incorpórea.

Esa lengua tan reconocible y problemática para lectores argentinos, objeto discutible para el oído puesto en otros lenguajes argentinos, no está sin embargo arraigada en la difusión contemporánea de las reglas y ritmos de la industria editorial. Vargas Llosa, según esta somera hipótesis, se movió en el sentido de la nueva derecha cultural, se inclinó a su lengua, la propagó tanto en su catálogo de opiniones como en su obra de narrador.

Y para un lector atentísimo a los matices, a las implicancias políticas de la lengua y las paradojas borgeanas como Horacio González, imagino, o mejor, tengo la certeza de que esta comparación debe resonarle como uno más de los muchos absurdos que inesperadamente se pusieron en marcha esta semana.

El segundo supuesto, la idea de que las instituciones públicas no deben opinar, ni ejercer ninguna tarea crítica respecto de las iniciativas privadas, define un tejido político, una ciudad –mal que le pese al seudoliberalismo contemporáneo– muy escasamente republicana.

El estado de derecho no se define sólo por el monopolio de la fuerza, por la sujeción a la ley o el cumplimiento de las obligaciones y garantías civiles; es también, como se sabe, un dispositivo de mediación en la conflictividad social. La industria de la cultura no es un bloque homogéneo, está compuesta por una multiplicidad de actores e intereses enfrentados.

Y la Feria del Libro es un objeto cultural de la misma naturaleza que los medios de comunicación. Un objeto de masas. Uno o dos grupos de empresas editoriales, empresas de composición financiera de capital, empresas que controlan y obtienen los mejores precios de insumos, capaces de grandes programas de marketing, empresas asociadas a gigantescas cadenas de distribución nacional e internacional, empresas que representan el 5 por ciento de las casas de edición que funcionan en el país y que dominan cerca del 80 por ciento del mercado, esas empresas que convierten a Majul en escritor y lo llevan a altísimos niveles de venta, esas empresas, de las que el conferencista Vargas es socio y amigo, las mismas que rigen pautas y consensos formales acerca de lo que debe ser una novela, son las que lo proponen y promueven junto con oscuras asociaciones y fundaciones emparentadas con la escuela de Chicago y con los amigos hollywoodenses del rifle.

¿Por qué no habrían de expresarse acerca de esta realidad las instituciones públicas, universidades, bibliotecas, secretarías y subsecretarías que están en relación con la vida cultural? ¿Por qué no habrían de expresarse críticamente los intelectuales argentinos o aun las empresas, los escritores y artistas que padecen las brutales asimetrías del sector?

Cristina Fernández interpretó con toda eficacia el tenor del debate, y desde su investidura puso sin ningún género de duda que en ningún caso se trata de impedir al señor Vargas (a pesar de sus conocidos desvaríos acerca del carácter del gobierno argentino, de los argentinos y del clima en el que estamos) que nos deleite e instruya con su conferencia inaugural. Entiendo sin embargo que este no fue un modo de clausurar el debate, sino más bien un modo de inspirarlo y extenderlo.

Si este episodio quedara en la mera anécdota –como escuchamos decir sistemáticamente en los medios de comunicación y por boca del propio Vargas– de que un “pequeño grupo” de intelectuales “vetó” su palabra sacerdotal, se habría empobrecido y disuelto el interés real que representa y que apunta a una reflexión seria a propósito del estado de la cultura, de sus industrias y de las políticas culturales.

¿No es este momento argentino un momento propicio para dar con intensidad los debates que, comparables con las discusiones sobre ley de medios, pongan foco sobre cuestiones de primer orden como la democratización de la palabra, el libro, la educación literaria, los usos de la lengua? Dos palabras más acerca del furor comparativo que se ha despertado.

Abel Posse, por ejemplo, argumenta en televisión en el sentido de que los dichos “provocadores” de un escritor no deben alarmar, y que la provocación de Vargas es comparable a las de Flaubert o Baudelaire. Si la comparación con Borges no resiste discusión, esta otra resulta una enormidad disparatada. Flaubert o Baudelaire, dos casos bien conocidos de desprecio de la moral dominante, señor Posse.

Usted y muchos, aunque difieran de usted, no entienden que Vargas está rendido al discurso difuso o uniforme de la mercancía espectacular; acoto que no es alarma lo que ocasiona, sino más bien, y en el terreno de las emociones primarias, otra que educadamente declino nombrar.

Son frágiles y huidizas las acciones, pero diremos que el teatro de Vargas presenta al profesional correcto, en su círculo acumulativo, en su régimen de conservación, que nada tiene eso que ver con las distancias flaubertianas, con la invención idiomática de Borges, con el derroche baudelairiano.

Ni tampoco con el riesgo de escritor que ha asumido Horacio González, del mismo modo: en sus declaraciones públicas como en sus libros y artículos, como en su extraordinario trabajo al frente de la Biblioteca Nacional. La literatura se hace siempre con la vida, señor Posse.

Diremos algunas obviedades más para terminar: que la prohibición legal que pesó sobre Las Flores del Mal se levantó en Francia casi un siglo después de su primera y condenada edición.

Que ese libro cambió el destino de la lengua poética, que Bouvard y Pécuchet desafió la metafísica tradicional de la novela, y que los libros de Vargas, pienso, no han ido más allá de las formas convencionales de la literatura moderna.

11 de marzo de 2011

* Director de la carrera de Letras, UBA.

jueves, 10 de marzo de 2011

Que la Feria del Libro abra un espacio para discutir las posiciones de Vargas Llosa

La Feria del Libro es un acontecimiento eminentemente comercial, su éxito se mide por cantidad de visitantes y ventas. Es lo que sucede también con otras ferias ligadas a la actividad: en la última Feria de Francfort, por citar el ejemplo paradigmático de estos eventos, los acontecimientos más difundidos fueron la venta de los derechos de la obra de Borges y la algarabía que el nombramiento de Vargas Llosa como Premio Nobel había causado en el stand de Alfaguara, la multinacional que tiene los derechos del peruano. 

Esto no impide, o mejor dicho, quizá provoque que la Feria opere también como caja de resonancia de la actualidad política. Es lo que sucede con la invitación, por parte de la Fundación El Libro, del autor de La tía Julia y el escribidor a la apertura no oficial de la Feria. 

Es una impostura, por tanto, la acusación que intelectuales kirchneristas le endilgan a la Fundación El Libro de ser un frente de los monopolios editoriales, cuando pocos meses atrás ellos se peleaban para conseguir pasaje en la delegación oficial a la Feria de Francfort. En última instancia, tanto el gobierno de Cristina Fernández como Vargas Losa y la Fundación El Libro están de acuerdo en la defensa del negocio de los grandes pulpos editoriales. 

Los escritores ligados al oficialismo se acordaron de la condición capitalista de la Fundación El Libro a raíz de la invitación a Vargas Llosa para que pronuncie el discurso inaugural. El director de la Biblioteca Nacional , Horacio González, reclamó una modificación de la agenda con el argumento de que "hay dos Vargas Llosa, el gran escritor que todos festejamos, y el militante que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos populares de la región". 

Para salvar el inconveniente que representa el peruano, propuso que "para este evento inaugural se designe a un escritor argentino en condiciones de representar las diferentes corrientes artísticas y de ideas que se manifiestan hoy en la sociedad argentina". ¿Quién encarnaría a semejante espejismo? Semejante "síntesis" sería repudiable como emblema del eclecticismo y de la mediocridad. El país ha visto a numerosos escritores que les chupan las medias a "los gobiernos populares", pero no por eso deberían inaugurar la Feria. La mayoría de ellos ha atacado al Partido Obrero por el asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra, con el inocultable propósito de encubrir a la burocracia sindical, la estatización de los sindicatos y la coalición político-económica que mantiene el gobierno con la patota asesina. 

Si designaran, llegado el caso, a semejante "síntesis" de "las corrientes de ideas de la sociedad argentina", iríamos a repudiarlo como un agente de la patota de la UF. 

Por otro lado, ¿por qué debería ser un escritor el que inaugure la Feria y no un lector, si la Feria es "del escritor al lector", por ejemplo un obrero ferroviario? Este podría transmitir a "la sociedad" la vivencia de un explotado con la literatura. Para que ocurra esto no es necesario prohibir la presencia de Vargas Llosa, sino cancelar el carácter capitalista de la Fundación El Libro. 

A los "intelo" K es lo último que se les ocurriría. Lo que diferencia a Vargas Llosa de un K es la consecuencia: el peruano sigue defendiendo las políticas menemistas que impulsaron los K (y que hoy protegen de la desaparición) bajo el menemismo. Con relación a la cuestión palestina, sin embargo, Vargas Llosa se encuentra a la izquierda de los K, tutelados por el sionismo.

En el mundo abundan los grandes escritores que son políticamente reaccionarios -desde Balzac hasta Céline y Borges. El autor de La ciudad y los perros es, desde hace mucho, un vocero del Departamento de Estado norteamericano.

González no aclara quiénes militan en la coalición de derecha que él ataca, aunque muchos de los consuetudinarios habitués de las coaliciones de derecha que han pululado en la Argentina son o fueron aliados del gobierno kirchnerista, como Duhalde, Scioli y la burocracia sindical, o son sus socios políticos en algunos emprendimientos de seguridad, como Macri en el acuerdo de acción conjunta entre la Federal y la Metropolitana en la masacre del parque Indoamericano, o en la unificación de las elecciones comunales acordada en la Legislatura.

Las dos organizaciones más importantes que nuclean a escritores dieron también su opinión respecto de la invitación al Nobel. En su declaración, el presidente de la Sade, Alejandro Vaccaro, quien hace muy poco afirmó en un reportaje en Clarín, que su organización sólo pretendía defender los derechos de los escritores sin meterse en cuestiones ideológicas -cosa que dejaba para la SEA-, interviene en el debate en favor del gobierno. En cambio, la "ideológica" SEA, por boca de su vicepresidente, dice: "Hubiéramos querido que fuera otro; expresamos nuestro disgusto, pero lo aceptamos". 

Para la SEA cooptada por el macrista Lombardi, "Vargas Llosa ha tenido expresiones casi injuriantes para la Argentina ", sin aclarar si se refiere a las denuncias de corruptela y latrocinio gubernamentales por parte del Premio Nobel. Tampoco queda claro a cuál Argentina se refiere: si a la de Pedraza, el pago de la deuda al Club de París y el veto al 82% móvil para los jubilados, o a la de la lucha de los tercerizados por su pase a planta permanente, la de los trabajadores del subte por el reconocimiento de su dirección combativa y la de los que luchan por el castigo a todos los responsables del asesinato de Mariano Ferreyra

Horacio González, al final, cometió un delito de lesa literatura: primero, se anticipó a sus mandantes para pedir la proscripción del novelista; luego se plegó, como los otros seguidistas K, al rechazo de la Presidenta a su reclamo -algo que Vargas Llosa no ha hecho hasta ahora con el poder político, aunque sea un propagandista político del imperialismo. LuchArte expresa su rechazo a que Vargas Llosa inaugure la Feria, pero no a que participe de ella bajo cualquier forma, también rechaza el carácter comercial, es decir capitalista de la Feria, y todas las proscripciones que esto implica -desde las limitaciones económicas hasta las políticas para participar. 

Del mismo modo, rechaza la pretensión de los K de ocupar ese puesto, lo que no sería más que una tentativa de regimentar la opinión, como ocurre con todos los emprendimientos que ha tomado el oficialismo. 

La Feria del Libro debe representar al campo de los escritores, de la educación y de la clase obrera. El carácter de la inauguración no sería determinado por la Fundación Nobel ni por la Fundación El Libro, ni tampoco por organismos disciplinados al poder político. 

Los "intelos" que aplauden el pago de la deuda externa con dinero de la Anses no tienen condiciones para dar lecciones de antiimperialismo a nadie. Reclamamos sí que la Feria del Libro organice mesas de debate sobre lo que diga Vargas Llosa, abiertas a todas las corrientes políticas e intelectuales de la Argentina. 

Sabemos que las opiniones políticas son expresiones de la defensa de intereses determinados; por eso no nos resulta ingenua la invitación de la Fundación El Libro al autor de Pantaleón y las visitadoras. La Feria debería abrir un espacio para el debate de estas posiciones, de modo que quede claro de qué lado está cada quien.

Ni la Sade ni la SEA defienden la intervención independiente de sus afiliados. Proponemos a todos los escritores la creación de una corriente independiente del Estado y de los partidos patronales, que se alinee con la lucha de los trabajadores por la defensa de sus derechos y reivindicaciones. 

LuchArte Escritores

sábado, 19 de febrero de 2011

De Túnez a Egipto. Juan Goytisolo

El vendaval de libertad que sacude los países árabes desde la inmolación del joven tunecino Mohamed Buazizi el pasado 17 de diciembre rompe una serie de clichés y lugares comunes sólidamente enquistados en la opinión europea y en nuestros Gobiernos: el de su fatalismo y resignación a la arbitrariedad y el de la incompatibilidad absoluta entre islam y democracia.

Diremos de entrada que todas las religiones monoteístas son contrarias a priori a aquellos sistemas de gobierno que escapan a su poder: la historia española, con la alianza sagrada del Trono y el Altar y el recurso a la divinidad para encubrir las dictaduras de espadones, es un buen ejemplo de ello. Los viajeros franceses e ingleses que recorrían la Península solían recurrir al almacén de tópicos sobre nuestro presunto apego -salvo en breves momentos de incontrolado furor- al absolutismo monárquico y a la iglesia en la que se apoyaba. Las experiencias frustradas en la Primera y Segunda República abundaban en ello. Hasta hace menos de cuatro décadas España era gobernada por un Caudillo por la gracia de Dios.

Dichos prejuicios omiten el hecho de que la rebelión de los pueblos sojuzgados por el miedo, la injusticia y la ignorancia se incuba en silencio pero un conjunto de factores imprevisibles puede hacerla inflamar.
  
Aunque la situación política y económica de Túnez y Egipto sean muy disímiles, la chispa que ha prendido en ambos tiene un elemento en común: el hartazgo de una gerontocracia que tiende a perpetuarse en el poder mediante una encubierta sucesión dinástica que bloquea toda posibilidad de cambio. El régimen de Ben Ali era un Estado policiaco que controlaba estrechamente cualquier señal de desafección, mientras acallaba el descontento de una buena parte de la población a cambio de concederle un nivel de vida decente que no abarcaba todo, como han mostrado los hechos a los habitantes del interior y del sur.

El Túnez que visité por última vez hace poco más de 10 años (El Magreb a vuelo de pájaro, EL PAÍS, 1999), evocaba en muchos aspectos la España de la Restauración y la de las dictaduras del siglo que dejamos recientemente atrás. El de un régimen político en apariencia moderado y pro-occidental sostenido por la Unión Europea en cuanto firme baluarte frente al extremismo islamista. Quienes conocíamos el nepotismo y corrupción del clan Ben Ali-Trabelsi, nos preguntábamos cómo podía mantenerse indefinidamente, y la mejor respuesta que he leído hasta la fecha es la siguiente: "El moderantismo se instala para siempre mediante una corta oligarquía de hombres entendidos en la Administración y en los negocios, y acaba por anexionarse el Estado, convirtiéndolo en dependencia de un partido. Su política consiste en hallar un orden legal que cubra el despotismo, y en cebar las ambiciones con el fomento de los intereses materiales. Sus armas: el autoritarismo y la corrupción".

Pero dicho retrato no es el de Túnez sino el de la España del siglo XIX trazado por Manuel Azaña en su ensayo Tres generaciones del Ateneo. El "arte de fabricar parlamentos sin diputados de la oposición", el descrédito de los partidos políticos, la fachada supuestamente democrática eran comunes a nuestros antepasados y a los tunecinos y egipcios de hoy.

En el Egipto de Mubarak la situación es más grave que en el Túnez de Ben Ali: a la saciedad de unas élites educadas y de una clase media empobrecida hay que sumar la pobreza en la que vive sumido el grueso de la población. Más del 20% de esta subsiste con dos euros al día y quien gana el equivalente de 100 mensuales se considera afortunado. En 2008, después de 10 años de ausencia, descubrí que el nivel de vida de la mayoría de los egipcios había descendido aún y el abismo entre quienes acaparan la riqueza del país y quienes no poseen nada se había profundizado. La situación era explosiva y el contagio inmediato de la revuelta tunecina no me sorprendió. El rostro acartonado del Faraón profusamente retratado en las avenidas y plazas de El Cairo parecía un insulto a los millones de jóvenes sin trabajo ni expectativas de cambio. Resulta difícil prever hoy el resultado de la actual explosión, de esos "días de ira" que encienden a la población egipcia y la empujan a desafiar la represión brutal de un poder asediado y exhausto.

El levantamiento espontáneo de los tunecinos y egipcios propagado por las redes sociales creadas por Internet y la telefonía móvil no obedece a las consignas de ningún jefe o partido: los ex súbditos convertidos en ciudadanos que expresan su exasperación han roto con la psicología que sustenta la fidelidad y con el reflejo de sumisión al poder. Los peligros que acechan a dichos movimientos son el consabido recurso al Ejército como instrumento de salvación o a su recuperación por los movimientos islamistas. 

Con todo, estos últimos parecen haber aprendido la lección de sus anteriores fracasos: su apoyo a la candidatura de El Baradei y la referencia a Turquía son otras tantas razones que inducen a la esperanza en un cambio real y democrático.


Juan Goytisolo

 El País 02/02/2011

viernes, 18 de febrero de 2011

Egipto y Túnez en la mirada de los escritores árabes, II

Rebelión en el mundo árabe. El debate de los intelectuales

Resaltan que se viven acontecimientos históricos que se propagarán a toda la región

Seis escritores árabes se pronuncian sobre las sublevaciones de los pueblos de Túnez y Egipto

Reportaje


Boualem Sansal ARGELIA "Soy pesimista"
"De un confín al otro, el mundo árabe se encuentra en un estado de efervescencia que ha llegado a niveles críticos o los ha sobrepasado, como en Túnez y en Egipto, donde reina una situación revolucionaria patente. Esta evolución, que muchos presentían, es el resultado de la decadencia extrema en la que se encuentran estos países desde hace mucho tiempo, bajo la mirada fascinada, indiferente o cómplice de los Gobiernos occidentales.
Por una parte, tenemos regímenes desgastados por la edad, la enfermedad y el vicio, pero capaces de una gran violencia, y por otra, unos pueblos pisoteados que se debaten en la miseria. Entre los dos, un vacío espantoso que ha sido ocupado poco a poco por los islamistas y por organizaciones mafiosas (ligadas al poder de los islamistas) que prometen el paraíso. Los partidos de oposición democráticos tolerados proporcionan la fachada democrática de las dictaduras y los rebeldes han sido obligados a exiliarse en Europa.
Por lo que a mí respecta, soy pesimista: sin una sociedad civil organizada y decidida, sin el apoyo activo de los demócratas de todo el mundo, los poderes actuales y los islamistas van a aprovecharse de la rabia de los pueblos y a adueñarse de la apuesta. El clan de los dictadores y la internacional islamista se van a movilizar para vencer e imponerse a los pueblos y esta vez los islamistas estarán en primer plano. Por eso debemos ganar esta batalla. El asunto no es solamente un asunto árabe, es mundial".

Mahi Binebine MARRUECOS "Desprecio y arrogancia"
"La palabra hogra es intraducible a las lenguas románicas. Es un sentimiento que conjuga el desprecio y la arrogancia del dominador con la impotencia temerosa del dominado. Un sentimiento ancestral heredado del feudalismo y que el periodo colonial no hizo otra cosa que reforzar.
Los colonos nos clavaron un cuchillo en la espalda, y al marcharse solo se llevaron el mango, reemplazado en seguida por otro: el de las presidencias monárquicas, el de los clanes, el de las mafias sanguinarias que han seguido chupando con deleite la sangre de los anémicos bajo la mirada cómplice de un Occidente que, a la vez que cantaba el himno de la democracia y de los derechos humanos, continuaba apoyando, por interés, a esos regímenes que negaban las libertades elementales.
En el pasado, la guerra denominada fría provocó la miopía complaciente, hoy es el fantasma del peligro islamista el que domina y atormenta las buenas conciencias. Hogra es un sentimiento que incluye también la sed de justicia. Los regímenes pantalla ya no pueden nublar las miradas fijas sobre la suerte de los palestinos en Gaza y en otros lugares. El pueblo tunecino al que nosotros, magrebíes presuntuosos, hemos calificado de cobarde y sin personalidad, nos ha mostrado el camino. Egipto está a punto de seguir sus pasos. Y otros inevitablemente seguirán esa senda. Un mundo globalizado no solo tiene inconvenientes. ¡La rebelión popular de Túnez ha cambiado ya el sentido de la historia! ¿Quién entre nosotros habría imaginado ver en tan breve plazo el final del miedo y el rechazo radical de la injusticia y de la humillación? Estoy convencido de que, más que una revuelta socioeconómica, es una sublevación a favor del respeto y por el fin de la injusticia, es una apuesta por la dignidad, el respeto y la libertad, contra la hogra".



Habib Selmi TÚNEZ "Revolución del jazmín"
"La revolución de los jazmines en Túnez (yo prefiero llamarla la Revolución de la Dignidad) es un acontecimiento sin precedentes. Ha sorprendido a todo el mundo, incluidos los políticos de la oposición e intelectuales, lo que demuestra, si es que había necesidad de demostrarlo, lo alejada que está la élite del pueblo, sobre todo del de esas regiones lejanas como Sidi Bouzid o Kasserine, de donde partió esta revolución. Lo que pasó en Túnez y en Egipto, y puede ser que pase muy pronto en Argelia, prueba que los árabes, contrariamente a todo lo que se dice en Occidente con una certidumbre teñida de cierta arrogancia, sienten un profundo apego por la libertad y la democracia.
En mi opinión, tres factores contribuyeron a que la revolución en Túnez haya sido posible. El más importante es la juventud tunecina que desencadenó esta revolución y pagó un alto precio (la gran mayoría de los asesinados por la policía y las milicias armadas del antiguo régimen son jóvenes). Túnez es el país magrebí con la tasa de alfabetización más alta. El segundo factor es la existencia de una clase media, en contraste con lo que sucede en la mayoría de los países árabes. El último factor reside en el lugar tan importante -en comparación con los demás países árabes- que ocupa la mujer en Túnez.
Sé que el camino es todavía largo hasta que Túnez se convierta en un verdadero país democrático, pero soy bastante optimista, y cómo no serlo después de todo lo que este pequeño país nos ha demostrado.



Omar El Keddi LIBIA "Emigrar al mundo virtual"
La gran similitud de las revueltas tunecina y egipcia confirma que vamos a contemplar otras más en los países árabes, que en ocasiones tendrán perfiles diferentes, según sea la naturaleza de los pueblos y la estructura de sus sistemas políticos.
Los elementos más importantes para conseguir que triunfe cualquier revuelta son los siguientes: un número cvonsiderable de jóvenes activistas en las redes sociales, como Facebook y Twitter; un número considerable de organizaciones de la sociedad civil, porque son indispensables para negociar con el régimen e incorporarse al nuevo Gobierno; asegurarse de que el Ejército no apoyará al régimen, como ha sucedido en Egipto, y mejor aún si se coloca a favor del pueblo, como en Túnez.
Los jóvenes árabes tenían varias opciones: emigrar legal o ilegamente a Occidente; emigrar a Afganistán, Irak, Yemen, etcétera, y luchar allí; emigrar hacia la corrupción y pisotear a la gente de su propio país. Pero lo último que hicieron fue emigrar hacia un mundo virtual. Allí pueden expresarse con libertad aunque sean ateos u homosexuales.
Este mundo les da el coraje que necesitan para cambiar el mundo real. Como no tienen experiencia política, no son capaces de convertir su revuelta en una completa revolución. Sin embargo, ahora han descubierto su fortaleza y probablemente se meterán en política, como los estudiantes europeos del 68.
Con seguridad, estos jóvenes transmitirán su esperanza a sus pueblos, lo que quiere decir que no solo acabarán con las dictaduras, sino también con el fundamentalismo islámico. Sin embargo, si se les roba su revuelta, habrá una nueva ola de terrorismo.
En Libia no hay suficiente sociedad civil, ni partidos, ni Constitución desde 1969. Por el contrario, sí hay gran activismo en Internet y el Ejército es demasiado débil para medirse con las brigadas de seguridad del régimen. El Estado tiene mucho dinero para resolver cualquier problema y comprar las voluntades de las tribus. Creo que, a menos que trabajemos para resolver estos problemas, veremos muchas revueltas, pero sin apenas resultados positivos.

Nouri Gana TÚNEZ "El terreno está abonado"

El 14 de enero, las protestas masivas en Túnez obligaron a Ben Ali a huir a Arabia Saudí. Ahora el país está dirigido por un Gobierno de coalición y se van a celebrar elecciones dentro de seis meses. La revolución tunecina ha iniciado un proceso irreversible de democratización en todo el mundo árabe, ejemplificado por lo que está pasando en Egipto.
Todos los árabes tienen tantos deseos de cambio como los tunecinos o los egipcios, pero cada revolución tiene su momento, su contexto y sus causas específicas. Es difícil predecir en qué otro lugar del mundo árabe habrá una próxima revolución, pero es fácil afirmar que el terreno está abonado para que suceda en cualquier lugar y en cualquier momento. Para mí es un motivo de regocijo este gran paso hacia adelante, este sentimiento de esperanza y posibilidad tras décadas de decadencia árabe; y esto es el último logro de la revolución tunecina.
Pero el camino a seguir es todavía arduo, como demuestra el caso tunecino. No serán solo las elecciones las que aseguren la salud de la democracia, sino la práctica cotidiana de la democracia ejercida por el pueblo. Más que nunca, Túnez necesitará toda la asistencia y ayuda de la comunidad internacional y de la ONU para superar el delicado periodo posterior a esta revolución popular.


Ahmad Yamani EGIPTO "El cambio ya está aquí"

Lo que está ocurriendo ahora en Egipto es algo totalmente nuevo; desde la revuelta egipcia en 1919 contra la ocupación inglesa, no ha habido ninguna otra revolución popular con la intensidad de la actual. Hay ya quién lo llama "mayo del 68 árabe". Jóvenes modernos llamados "los de Facebook", la mayoría de los cuales carece de adscripción política, decidieron comenzar la revuelta el día 25 de enero, día nacional de la policía egipcia, lo que se convirtió en un símbolo contra la violencia y la tortura. Lo deciden y lo logran, tomando la chispa tunecina para llevarla a un país al que le cuesta tanto moverse y de gran importancia tanto geopolítica y como demográfica. Jóvenes que han sentido la necesidad de un cambio radical a todos los niveles. Hemos escuchado el legítimo grito común de un pueblo, tras 30 años de brutal dictadura, contra un Estado policial en el que regía la ley de emergencia: "¡El pueblo quiere derrocar al régimen!". Pase lo que pase, el cambio ya está aquí.

El País

Egipto y Túnez en la mirada de los escritores árabes


Robin Yassin-Kassab ESCRITOR SIRIO Las protestas contra el régimen en Egipto no tienen precedente en magnitud, frecuencia y violencia. En Shubra, Dokki, Mohandassen y Bulaq, en El Cairo, la gente entonó cantos diciendo “el pueblo quiere la caída del régimen”, y desafió los gases lacrimógenos y a los matones con bastones en la plaza central de Tahrir. El impulso revolucionario todavía está vivo en Túnez, donde los periodistas tomaron los medios, y ahora avanza por Egipto. Si la protesta se mantiene y se propaga en los próximos días, la grieta que surgió en el orden de Egipto se expandirá rápidamente.

Ahdaf Soueif, escritora
Ahdaf Soueif NOVELISTA EGIPCIA El cambio ya se produjo. Cómo será a largo plazo, no lo sabemos. Pero el sentimiento en el país se modificó. El sentimiento, robando el eslogan de Obama es: “¡Sí, podemos!” Esta es una revolución de los jóvenes, con los viejos en el papel secundario. La organizaron a través de Facebook y en reuniones virtuales. Y cuando salieron a la calle vieron cuántos eran y lo variados que eran. Jean Genet, describiendo la “revolución palestina”, dijo que la atmósfera era como París en el ‘68 pero con buen humor y cortesía. Eso es lo que se siente aquí. Esta animación y este sentimiento de poder. Hacía mucho tiempo que no teníamos algo así. Esto es el cambio.

Mourid Barghouti, poeta
Mourid Barghouti POETA PALESTINO “Nada estalla de repente; aun los terremotos se ponen en movimiento desde la profundidad de la tierra hasta los techos de los poblados”. Este verso de un poema que escribí hace dos décadas me vino a la mente cuando los jóvenes de Túnez transformaron a su soberano de dictador poderoso en rata asustada buscando un lugar para esconderse, y en un mes de protestas civiles, lograron cambiar la historia.
Mientras escribo estas palabras, están llegando imágenes desde El Cairo donde los manifestantes contrarios a Mubarak agitan la bandera tunecina y entonan el verso más famoso de la poesía tunecina: “Cuando el pueblo decide vivir, el destino obedece y se rompen las cadenas”.

Tamim Al-Barghouti POETA PALESTINO El tirano sólo existe en la mente de sus súbditos, el amo sólo reside en la percepción del esclavo. Los intentos de resistencia han sido abundantes en la historia reciente de los árabes, muchos de ellos en Palestina. Pero, a diferencia de estos, el ejemplo tunecino tuvo éxito: ensanchó la imaginación del pueblo, modificó su percepción, aumentó su confianza en sí mismo y le mostró lo frágiles que son los tiranos.

01/02/11
Por THE GUARDIAN / Carín

MARIA ELENA WALSH. Un homenaje sin olvidos

Probablemente no haya argentino que no pueda tararear algún verso, alguna canción de María Elena Walsh. Sin el aparato de propaganda de las disqueras ni de las grandes editoriales, sin los medios de comunicación machacando su obra, habiendo dejado de componer hace más de 30 años (1978), renuente a las entrevistas, esta mujer acompañó -y educó- de forma discreta pero perdurable a tres generaciones. La ayudó una herramienta difícil de controlar: el canto de las madres y los padres, quienes habían aprendido sus canciones de chicos. Algunos de sus personajes, como la Tortuga Manuelita, Doña Disparate o Dailan Kifki están incorporados a los libros de texto de media América Latina. Su producción comprende 22 discos, 16 libros para niños, 15 libros para adultos y una película.

¿Quién fue?

María Elena Walsh nació en Ramos Mejía el año que Uriburu daba el golpe del '30, en una familia de clase media leída y de costumbres liberales. Su padre, ferroviario y pianista de origen inglés, entrenó a su hija única en las canciones infantiles y los juegos de palabras de la lengua de Dickens -una huella que selló el estilo de su obra. La chica cursó la secundaria en la liberal Escuela de Bellas Artes y a los 17 años publicó su primer libro, "Otoño imperdonable", con el que obtuvo el segundo Premio Municipal de Poesía -y esto porque el jurado la consideró muy joven para adjudicarle el primero. Pero Borges, Neruda, Silvina Ocampo y Juan Ramón Jiménez la elogiaron como a una gran promesa. Deslumbrado, el autor de Platero la invitó a estudiar en Maryland, y hacia allí partió la joven.

A su regreso de Estados Unidos, María Elena Walsh -disgustada con la "asfixia cultural" y la censura impuesta por el "peronismo facho"- se autoexilió en París (1951). No fue la única razón: "París era la libertad con todo lo que esa palabra significa. Acá había dos presiones muy grandes para cualquier joven, y más para una chica: una era la familiar y la otra, la de la sociedad en que vivíamos. Estábamos en una dictadura donde la Iglesia tenía como siempre una pata metida". Allí, se enamoró de la musicóloga y folklorista Leda Valladares y formaron un exitoso dúo hasta 1963. "Leda y María" fueron aplaudidas y grabaron varios discos en Francia y también en la Argentina, donde continuaron un extraordinario trabajo -comenzado por Leda años antes- de recopilación de ritmos y canciones de las copleras del Noroeste. Mientras Walsh se afianzaba como compositora y poeta, el dúo fue protagonista de la gran renovación del folclore de los años '60.

Para entonces, había hecho las paces con el peronismo. Influida por el feminismo europeo, recuperó sobre todo la figura de Eva Perón y se definió entonces -y lo haría el resto de su vida-, como una figura amante de la "reconciliación", apaciguadora de los conflictos sociales.

La única liberación que predicó Walsh fue la de la mujer, pero separada de cualquier otra lucha libertaria. En "Carta a una compatriota", publicada en la revista "Extra" antes de las elecciones de 1973, María Elena Walsh criticó al régimen social -"fueron mujeres y niños los primeros seres humanos a los que explotó a muerte la Era Industrial, arrancándolos por la fuerza del Sacrosanto Hogar. Y es nuestro mundo Occidental y Cristiano el que no permite a la mujer trabajadora disfrutar sin angustias..." -pero asegura que los partidos, "aunque sean armados", ofrecen poco más que servir café a las mujeres. No son las elecciones sino el Movimiento de Liberación Femenina la alternativa política para las mujeres.

"Detrás de todo lo que doy hay un enorme deseo de reconciliar, junto a la necesidad de no acomodarme a ciertas normas", reconoció varias veces. Esta postura explica que, a pesar de sus críticas -a veces agudas, a veces más ingenuas- al formato autoritario o a la explotación capitalistas, se sintiera irritada de las luchas setentistas, las que a su juicio conspiraban contra un país "reconciliado". En ese período, sus obras "políticas" son vulgares y simplonas ("Los ejecutivos"), cuando no ejemplo de un macartismo vulgar, como el que se aprecia en:

"Gilito del Barrio Norte que la vas de inconformista/ y te conformás con ser flor de burgués,/ sacristán de la violencia/ mientras vos no la ligués./
Lo pasás haciendo escombro con cambiar las estructuras/ y no arrimás un ladrillo si se cae la pared./ Por los piolas que prometen como vos, ya me avivé/ que con redentores rojos nos comerían los piojos/ mañana peor que ayer."

Walsh avaló a los militares que la salvaron de los redentores rojos aunque, molesta porque la dictadura censuró alguna de sus canciones, en julio de 1978 decidió "no seguir componiendo ni cantar más en público". Un artículo titulado "Desventuras en el País-Jardín de Infantes" suele mencionarse como prueba de su postura antidictatorial o de defensa de los derechos humanos. Ni ahí. Las posiciones de Walsh no llegan ni a los dos demonios: si bien criticó la censura, concedió total legitimidad a la masacre perpetrada por la dictadura. "Que las autoridades hayan librado una dura guerra contra la subversión y procuren mantener la paz social son hechos unánimemente reconocidos. No sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que sabernos intrincada y de la que somos beneficiarios. Pero eso ya no justifica que a los honrados sobrevivientes del caos se nos encierre en una escuela de monjas preconciliares, amenazados de caer en penitencia en cualquier momento y sin saber bien por qué" (Clarín, agosto de 1979).

El feminismo bobo de María Elena no distingue a derecha o izquierda. En "Sepa por qué usted es machista" (Humor, 1980), retoma un macartismo vulgar: "Porque usted ama el orden por sobre todo, y cada cosa en su lugar, las mujeres en la cocina (o en cueros en tapas de revistas), y Pinochet, Castro y García Meza en el poder". Finalmente, "Como la cigarra", la bellísima canción que se pretende un homenaje a los desaparecidos no es tal cosa: fue escrita en 1972. Son estas posiciones y no las contrarias las que explican que entre 1984 y 1989 fuera la única artista invitada a integrar, por decisión del presidente radical Raúl Alfonsín, el Consejo para la Consolidación de la Democracia. Una década después, volvió a causar polémica cuando pidió que los docentes levantaran "la carpa blanca", armado en señal de protesta por aumento de salarios y contra la reforma educativa durante el gobierno de Carlos Menem.

¿Y qué fue lo excepcional?

El aspecto más herético y revulsivo de María Elena Walsh está en su obra, que cuanto más se aparta del mensaje político, más interesante y rupturista se vuelve. "En 1964, era un concepto revolucionario pensar que la versificación no tenía porqué tener un contenido didáctico", dijo alguna vez Walsh. Y, efectivamente, su obra dejó de lado la tradición pedagógica y moralizadora típica de la literatura infantil, al estilo de Constancio Vigil, para "utilizar el verso y la palabra como partes de un juego, despojándolos, en lo posible, de todo contenido didáctico paralizante".

María Elena Walsh cuestiona el orden existente no cuando dice "capitalismo", sino cuando escribe sinsentidos en lenguaje coloquial, desarrolla complejos juegos lingüísticos, se hunde en el más desopilante disparate (qué disparate, se mató un tomate), apela a las metáforas y a la paradoja. A lo que hay que sumarle una enorme versatilidad musical y el desparpajo de alternar, en un mismo disco, un gato o un pericón con melodías japonesas. Cuando desestructura las reglas del lenguaje, cuando desestructura el sentido común, se acerca a esa revolución que tanto repudió.

La muerte no redime de equivocaciones ni de nada. Una obra tan plena, seguramente sí.

Olga Cristóbal

PO 1163 20/1/2011 Cultura

miércoles, 12 de enero de 2011

Qué bajo que caíste, Galasso


Respuesta de Jorge Altamira a la Carta del historiador Norberto Galasso

No sorprende que el historiador Norberto Galasso se sume a la campaña macartista desatada por el gobierno nacional y sus cortesanos para criminalizar al Partido Obrero y para combatirlo, como dice uno de sus escribas, “con el Código Penal” – la primera manifestación concreta de la ‘nueva’ política de “seguridad democrática”, para enfrentar la movilización social, que le sopló al oído la estirpe de los Verbitsky a la nueva ministra de Seguridad.

En una ‘carta’ que fue difundida en forma instantánea y profusa, en su mayor parte por los ‘blogs’ alcahuetes del oficialismo (que seguramente no harán lo mismo con esta respuesta), Galasso no pronuncia dos frases inevitables en la boca de cualquier luchador: “la patota de Pedraza” y “juicio y castigo a TODOS los culpables”. Al revés: “puede caer sobre vos”, dice Galasso, en referencia a Altamira,“la responsabilidad de lo que ocurra a militantes que son víctimas de enfrentamientos como los que hemos visto”. Se trata, ojo, de una amenaza – claro, desde el campo popular, que no formula al pasar sino que repite: “pensá, nos dice, en los pibes que podés arriesgar”.

¿Este hombre sospecha siquiera el nivel de su bancarrota política y hasta de su bajeza? Estamos en peligro, no por las patotas de Pedraza, Maturano, West Ocampo, Gerardo Martinez, Guillermo Moreno, el ‘caballo’ Suárez, Capaccioli, Otacehé, la policía de Barracas y Avellaneda, la de Soldati, la de Primavera en Formosa, sino por los piquetes ferroviarios, o, para el caso, todos los piquetes de todos los luchadores, y de activistas como Mariano Ferreyra. No hay que purgar al poder político de estas mafias, sino desencadenar una campaña macartista contra el PO.

Galasso no llega siquiera a formular una teoría de los dos demonios – para él y los otros cortesanos el demonio es uno solo. Si nosotros somos los responsables del asesinato de nuestro compañero, la patota de Pedraza es un asunto secundario.

Galasso va más lejos todavía: respalda la tesis de los abogados defensores de los asesinos – el “enfrentamiento” – que fue refutada sin atenuantes, tanto por la jueza de primera instancia como luego por los tres jueces de la Cámara del Crimen. ¿No te has dado cuenta, Galasso, del pozo de inmundicia en el que has caído? Galasso cierra de este modo el círculo de la campaña de criminalización que inició, el mismo 20 de octubre, la Presidenta de la Nación, cuando responsabilizó por el crimen a “los que usan palos en las manifestaciones” y “a los estudiantes que forzaron la puerta del Consejo Nacional de Educación”.

Después de esto, vinieron las diatribas del tipo “el PO le tiró un muerto al gobierno nacional y popular”, “los troscos son funcionales a Duhalde” – algo de lo que no se acordaron cuando Kirchner fue llevado de la mano a la Presidencia por el responsable político de los asesinatos de Kosteki y Santillán – que de paso le impuso más de medio gabinete, incluida la mayor parte de los actuales ministros, intendentes y punteros. Después del asesinato de Mariano, el kirchnerista Insfrán se cobró la vida de dos campesinos formoseños tobas, y la policía del jefe nombrado por Néstor Kirchner y la Metropolitana la de dos pobladores de Villa Soldati. Ni las policías, ni Insfrán están imputados; al revés, el gobierno apoya la reelección del formoseño y acabó firmando un pacto con Macri para castigar con la privación de derechos sociales la lucha de los pobladores por la vivienda.

Si el asesinato de Mariano Ferreyra obedeció a la necesidad de defender las tercerizaciones –un régimen de superexplotación para beneficiar a los grandes capitales -, la de los tobas fue ‘funcional’ a los intereses de los terratenientes sojeros y la de Soldati a la especulación inmobiliaria en la Ciudad. En lugar de lanzar la alarma acusadora: ¿A dónde vas Cristina? o la advertencia preventiva: ¿ A dónde te estás dejando llevar?, Galasso apunta contra ‘el enemigo principal’, que es, según él mismo, la prioridad que debe tener cualquier ataque político – Altamira y el Partido Obrero. Nos ha convertido en el ‘enemigo principal’ – a nosotros, no a Pedraza. Este es el significado sin falacias que tiene su frase introductoria, en la que asegura tener con Altamira” un punto teórico (sic) común: …crear la sociedad solidaria, igualitaria, donde brote y se consolide el Hombre Nuevo”. En realidad, nos quiere aplicar el Código Penal. Que patraña, no?

Galasso califica a nuestros militantes jóvenes como pibes, no por un acto de cariño sino para despreciar la madurez que han alcanzado y la conciencia que tienen de sus propios actos. En cambio, La Cámpora, que homenajeó a Insfrán en las vísperas del asesinato de los tobas, o la Juventud Sindical de triste memoria, que festejó con CFK en River pocas horas antes del asesinato de Mariano, son para él una juventud maravillosa. La 'carta' de Galasso es una provocación en cada línea y un monumento al caradurismo.

Encubrir a los Pedraza

Galasso no se aparta del encubrimiento de la patota que asesinó a Mariano Ferreyra en ningún momento de su texto. Galasso repite la versión de que “las bandas de derecha” procedieron al saqueo de la estación Constitución, aunque, una a favor de él, se abstiene en este caso de acusarnos a nosotros mismos por esos saqueos, claro que sin denunciar que eso es lo que hizo su ministra Nilda Garré y su compañero de ruta (¿ocasional?) Horacio Verbitsky – ninguno de los cuales apoyó sus infamias en la sede judicial. En cambio, sí lo hizo Juan Pablo Schiavi, secretario de transportes y jefe de del subsecretario Antonio Luna-hombre de Maturano y de Pedraza-, quien acusó por los hechos de Constitución a nuestros militantes ferroviarios en el juzgado que dispuso procesarlos por el corte de vías de Avellaneda.

Si es como dice Galasso, ¿por qué no hay ningún imputado por los desmanes de Constitución, cuando el diario La Nación publicó fotos de sus actores y existen los monitores propios de la estación? ¿No pensaste en esto Galasso – al menos en las noches, cuando “el músculo duerme y la ambición descansa”?

Pero el encubrimiento de lo ocurrido en Constitución, por parte de la camarilla de la ‘seguridad democrática’, es decir del Código Penal y de los gases vomitivos, obedece a una razón simple: los desmanes fueron armados por la patota de la burocracia ferroviaria, con la intención de revertir la posibilidad de la prisión preventiva para los siete acusados por el asesinato de Mariano, como ya se había expresado antes, pero que a Galasso lo tiene sin cuidado, en los paros de la Fraternidad para “liberar a los presos” y en ‘asambleas’ armadas por la UF en Temperley con el mismo slogan.

Galasso se mofa, con el mismo estilo antiobrero de la prensa ‘destituyente’ (que ahora copia la oficialista) de un corte de “20 muchachos rebeldes”, para ningunear, como lo hace la derecha, la reivindicación del corte: el cese de los despidos y de las tercerizaciones – que reclaman miles y miles en el ferrocarril. Despidos y tercerizaciones que expresan la explotación acrecentada del capital sobre el trabajo y el despojo de los obreros por la burocracia sindical. ¡Pero qué carajo le puede importar esto a la “izquierda nacional”!

Los 250 compañeros que cortaron las vías dejaron al desnudo que el gobierno maravilloso de Galasso no estaba cumpliendo, y sigue sin cumplir, las actas de incorporación a planta permanente de los tercerizados. Pero el gobierno incumple lo firmado porque tiene una asociación política y económica con esa burocracia, que por ello es un enorme factor de poder en el gobierno nac& pop.

Galasso repite como un loro el verso de todo el oficialismo de que, ‘naturalmente’, a este gobierno fabuloso “le quedan muchas cuentas pendientes, mucho para hacer” (la contraseña para la reelección). Si fuera así (admitamos tal cosa por un momento), ¿por qué no pone manos a la obra y echa a los Pedraza de la gestión del ferrocarril, los echa de la secretaría de Transporte, expulsa a los capitalistas coimeros de Ugofe y pone al ferrocarril bajo administración estatal directa, con control de delegados obreros electos? Pero esto que el gobierno no hace, ni ha dicho que vaya a hacer, tampoco lo reclaman Galasso y sus compinches de la corte oficial: avalan la continuidad de la patota en uno de los principales núcleos de poder y al frente de uno de los ejemplos de mayor corrupción económica y desfalco de los fondos nacionales.

Galasso es un simple encubridor que se disfraza con la muletilla de “la contradicción principal”. Los Pedraza son parte del poder kirchnerista – y no en pequeña medida. Galasso quiere un Hombre Nuevo pero no un ferroviario mejor pago, que trabaje en condiciones menos inhumanas. Galasso: volvé a leer tu ‘carta’ y ponete a llorar. Pero después de todo: ¿la ‘izquierda nacional’ no apoyó toda la vida a la burocracia sindical – incluso en los criminales años 70?

El “enemigo principal”

Todo este desvergonzado embuste, que lo coloca en el campo de los encubridores del asesinato de nuestro compañero Mariano y en el de los enemigos de los obreros ferroviarios, Galasso lo justifica con la tesis del “enemigo principal”; hay que apoyar a CFK (y por sobre todo su reelección) para que no triunfe el ‘enemigo principal’, la derecha. En realidad estamos ante un embuste, porque en ningún momento Galasso caracteriza a CFK como un enemigo de clase, aún ‘secundario’, de los trabajadores, ni tampoco propone, bajo ninguna forma, desarrollar una organización clasista que combata al gobierno - al menos como enemigo de clase ‘secundario’.

Después de todo, el objetivo de un socialista que combate al ‘enemigo principal’ no es fortalecer al ‘enemigo secundario’, que por secundario que sea es un enemigo de clase, sino aprovechar el debilitamiento del frente de clase en su conjunto que implica una derrota del ‘enemigo principal’, para acabar con la dominación de clase en general.

En definitiva, en lugar de plantear alguna forma de oposición de clase al gobierno capitalista ‘secundario’, o de correlacionar la lucha contra el enemigo de clase ‘principal’ con la oposición a todo gobierno de clase de la burguesía,
Galasso dedica sus esfuerzos a amenazar a nuestros ‘pibes’ con futuros ‘pedrazazos’, es decir, a valerse de los Pedraza como muro de defensa del gobierno kirchnerista. Como ocurre en política con los francotiradores, Galasso se pone al servicio de todas las provocaciones. Precisamente, es una provocación, que Galasso no denuncia ni podría denunciar, el fallo que procesó a nuestros compañeros ferroviarios por “extorsión”, con motivo del corte de vías de Avellaneda, porque convierte a esa condición a cualquier demanda reivindicativa que se apoya en medidas de acción directa efectiva.

CFK ha logrado su propósito inicial de criminalizar (código penal) a nuestro partido. Un juez que califica de ‘extorsión’ a una demanda dirigida a una persona ideal, no física, como el Ministerio de Trabajo, no pudo haber actuado de este modo sin que mediara una exigencia del poder político.

El más ‘célebre’ modo de uso de la tesis de la contradicción principal, la ofreció el partido comunista en 1976 cuando llamó a apoyar a la dictadura militar, con la consideración de que el ‘enemigo principal’ eran los Suárez Mason y Menéndez, caracterizados como pinochetistas, frente a Videla. Es el mismo método que aplica Galasso: fuera del análisis concreto de una situación concreta, siempre hay algún villano al que se puede imputar la condición de ‘enemigo principal’ y, por esta vía, absolver de culpas al enemigo que le sigue en jerarquía.

En el ejemplo clásico de la revolución rusa, nadie puede cuestionar que el ‘enemigo principal’, durante 250 días seguidos menos dos, fue el gobierno kirchnerista ruso de Kerensky. Pero durante dos días, cuando el intento de un golpe militar de Kerensky fue usurpado por un golpe militar efectivo de la derecha monárquica de Kornilov contra Kerensky, los bolcheviques en esos dos días convirtieron a Kornilov en el enemigo principal, sin apoyar al kirchnerista Kerensky. La derrota de Kornilov preparó el derrocamiento de Kerensky. Lo mismo hicimos nosotros con Isabel.

Durante dos años, combatimos al gobierno peronista que creó las tres A, produjo el navarrazo en Córdoba, liquidó a la izquierda peronista y asaltó la UOM y la ciudad de Villa Constitución – mientras el resto del arco político armaba un bloque, primero de los 8 y luego de los 9, para defender la ‘institucionalización’ contra un golpe militar. A partir de julio de 1975, con el nombramiento de Videla, produjimos un cambio de orientación, y levantamos la consigna “abajo el golpe”, mientras que los que antes advertían contra el golpe, ahora lo desechaban debido a la asunción de un ‘general democrático’. Pero mientras nosotros, Política Obrera, convertíamos al golpe militar en el ‘enemigo principal’, el gobierno de Isabel hacía lo contrario: atacaba como su ‘enemigo principal’ a los luchadores, y abría aún más, por esta vía, el camino para la victoria del golpe militar.

La ‘izquierda nacional’

La ‘izquierda nacional’ dio todo su apoyo político al gobierno de Isabel y con ello a la política de capitulación frente a los golpistas. En el caso del gobierno de Illia fue incluso peor, porque el peronismo y la ‘izquierda nacional’ apoyaron el golpe de Onganía, sea en directo o con el llamado a ‘desensillar hasta que aclare’.

La"izquierda nacional" y Ramos llegaron a pedirle una definición "nacional" a la dictadura ( “De la crisis argentina a un frente patriótico”, folleto de octubre 1978) y caracterizaron más tarde como "militares patrióticos al estilo de Perón" a Seineldín y Rico - éste milita hoy en las filas K. La ‘izquierda nacional’, que también apoyó al entreguista Frondizi y que sólo se opuso de palabra a la Libertadora, no tiene autoridad para darle lecciones al Partido Obrero.

Galasso aprovecha la ignorancia de su público para reivindicar un apoyo de la ‘izquierda nacional’ al 17 de octubre, lo cual es cierto para el periódico Frente Obrero, pero donde no estaba Abelardo Ramos, el cual en su revista Octubre lo caracterizó, por el contrario, como una lucha interburguesa (“un forcejeo por el gobierno dentro de las clases poseedoras de nuestro país…dentro del cual actuó dividido el proletariado”) (revista Octubre N° 1, noviembre de 1945).

Abelardo Ramos no terminó al lado de Menem por casualidad; a Menem también lo votó Galasso en 1989 – siempre con el argumento del ‘enemigo principal’, el UCR Raúl Angeloz, y de la inmadurez de la lucha de clases para luchar por el desarrollo de una oposición de clase socialista. Los campeones de ocupar uno de los campos en disputa, rechazan hacer eso cuando se trata de la lucha de los Mariano Ferreyra contra los Pedraza – y se ponen por encima del muro hablando de un “enfrentamiento”.

Galasso sabe que, al menos en los 60, el más conocido divulgador del tema de las contradicciones, fue Mao Tsetung. Los divulgadores de Mao se encargaron de divulgar, a su vez, la especie del enemigo principal, cuya versión es de origen más antiguo, pues fue el eufemismo del stalinismo para justificar los frentes populares contra ‘la derecha’. Pero en ese opúsculo vulgar, Mao toma sus precauciones; dice por ejemplo que, en ciertas ocasiones, la contradicción secundaria podía transformarse en la principal. Sabía de lo que hablaba: en dos décadas de “guerra prolongada”, el ejército rojo de Mao había pasado 15 años en una guerra civil contra su ‘enemigo secundario’ – el nacionalista Kuomintang de ChiangKaisek; los otros cinco contra el militarismo japonés, aunque combinado con choques reiterados con sus rivales kirchneristas de China. Visto el resultado final – la victoria de la revolución china – se debe concluir que sin la guerra civil contra los nac& pop del Kuomintang las masas chinas hubieran terminado en la derrota.

Mao desarrolló esta orientación en el peor momento de “la lucha de clases’ (como le gusta a Galasso), cuando tuvo que recorrer diez mil kilómetros a pie para escapar de sus perseguidores kirchneristas, o sea, los representantes de la burguesía nacional de China.

Puede ser que el gobierno de CFK esté ocupando el segundo lugar en la tabla de posiciones de los ‘enemigos’ de los explotados – con Macri o de De Narváez disputando el primero y segundo puesto con Duhalde. Pero a diferencia de éstos es el gobierno, es decir, el gerente de los negocios capitalistas y el encargado de proteger las relaciones de explotación existentes. Esto lo transforma de secundario en principal; un obrero no puede reclamar al pelirrojo o a Carrió, y sólo en un espacio limitado a Mauricio.

El que no lucha contra el gobierno de turno no lucha contra el poder; orientar a las masas contra la oposición parlamentaria no les rendiría nada, por eso tampoco les interesa. Solamente en una crisis de poder se plantea la necesidad de distinguir a los campos que se disputan su resultado; en este caso, solamente en éste, hay que distinguir al enemigo, del enemigo de nuestro enemigo, y enfilar las baterías contra el primero – sin apoyar políticamente al segundo. La ‘izquierda nacional’, por el contrario, se ha integrado a uno de los campos burgueses de un modo estratégico, hasta la última gota de la cicuta – por eso acompañó a Perón, los bolivianos Paz Estensoro y Siles Suazo, los peruanos Haya de la Torre y Alan García, Frondizi, Isabel, hasta la completa capitulación de éstos ante el imperialismo. Siguiendo la metáfora de la niña de 20 años que Galasso quiere enamorar aunque a los 60 ella pueda quedarse sin dientes, los ejemplos advierten que mucho antes de desdentarse la damisela nacional y popular se convertirá en prostituta.

El kirchnerismo

El gobierno kirchnerista es el síndico de la quiebra de 2002: vino a pagar las deudas del menemismo y de la dictadura. O sea, a rescatar el capitalismo, no a transformar las relaciones sociales capitalistas que llevaron a la quiebra. No es menos cipayo sino más, el gobierno que paga la deuda usuraria, que aquél que la contrajo. Los K la renegociaron a partir de los niveles usureros que alcanzó en 2000/1, incluidos sus intereses. Fue el eje de la reestructuración capitalista del país, en los términos que lo dejó Duhalde-Lavagna. Mantuvo con fórceps (subsidios) el régimen de privatizaciones y todas las formas de trabajo precario y en negro.

La Bolsa llegó al tope; se expandió la frontera territorial y financiera de la explotación latifundista de la soja. Galasso saluda la reestatización de las AFJP, pero sin la advertencia que hicimos nosotros – que sería usada para pagar a la usura internacional. La Anses es ahora una AFJP estatal, pues se rige por un sistema de capitalización, no de reparto, y el dinero se invierte en la compra de títulos de la deuda pública. Kirchner hizo lo que ningún capitalista hubiera imaginado en sus menores sueños: pagar la deuda externa al extremo de reducir su parte flotante, del 200% al 18% del PBI, mediante el recurso de enchufársela a la Anses, al Pami, a la AFIP y al Banco Central.

Se ha ejecutado la mayor confiscación económica del pueblo de toda la historia: el próximo default se lleva puesto, no a los acreedores extranjeros, que de todos modos siempre son rescatados, sino a los jubilados y a la moneda nacional. Gracias a esto, empieza ahora un nuevo ciclo de endeudamiento, que ha arrancado por las provincias y por el sector privado. Los capitales extranjeros invaden la Bolsa y los títulos públicos; esto significa, políticamente, que este es su gobierno – sin atarse las manos para cualquiera que ofrezca ir más lejos. Ningún capitalista quiere destituir a un gobierno al que le compra la deuda.

Agreguemos a esto la ley antiterrorista que los K hicieron votar al Congreso a pedido de Bush, que proscribe a cualquier organización que se solidarice en forma efectiva con las luchas nacionales de otros pueblos; o el alineamiento con el sionismo frente a Irán – y vemos que Galasso está alineado con los peores intereses del imperialismo. Ah!, la ley de medios, volcada a los intereses de los pulpos de la telefonía y al alcahueterismo oficial de los que encubren a Pedraza; o la asignación por hijo, promovida por el Banco Mundial, que consolida un régimen de exclusión social por referencia al derecho al trabajo, y que pagan los jubilados de la Anses – y hasta por último algunas concesiones sociales o legales, sin las cuales un gobierno del gran capital no podría gobernar ni por un instante en un sistema democrático-electoral. El gobierno actual es el de los mayores pulpos mineros y petroleros y de los banqueros – los que más han lucrado con la valorización de la deuda pública; del gran capital financiero sojero-exportador; de las privatizadas; y del juego. ¿Por qué diablos un partido socialista no debiera combatirlo?

A Galasso le parece desacertado caracterizar el conflicto por las retenciones de soja como interburgués – quiere decir con esto que hacemos abstracción de cuál posición era más conveniente para el desarrollo nacional. Pues, precisamente, nuestra posición fue: ninguna. A la defensa de la tasa de ganancia agraria de los sojeros, de un lado, se opuso la defensa del pago de la deuda externa, del otro. El fracaso del gobierno en este conflicto, lo llevó a recapturar los fondos de las AFJP para evitar el default y pagar la deuda. Luego hizo lo mismo con las reservas del Banco Central; no existe una posición progresiva entre la renta agraria y la renta financiera.

A Galasso lo atormenta, sin embargo, la reelección. ¿Che, Altamira, querés que ganen los Duhalde-Macri? “No te enojés si te lo dicen”, agrega, con ese histrionismo recogido de los bajos fondos. Es el penúltimo bastión argumental de los Galasso. Pero si CFK pierde no será por los recursos que exhiben sus ‘destituyentes’ ni por el Partido Obrero – sino porque es ‘funcional’ a los Pedraza, a los banqueros, a los pulpos mineros, etc., y a la desorganización económica que resulta de jugarse por esos intereses. Pero ¿qué sería la reelección de Cristina, Galasso? Sería la reelección del protector de los terratenientes bonaerenses, Scioli; de los Gioja, los Insfrán, de los representantes del gran capital automotriz y de la enseñanza religiosa, como los Schiaretti o hasta la ‘rentrée’ de Reutemann. Estos derechistas sin recuperación, se convertirían en los sucesores de CFK. Nadie que no haya caído en una profunda bancarrota política puede plantear una línea como la de Galasso.

El Partido Obrero

El último argumento de Galasso es que “la lucha de clases” (Galasso insiste en esta expresión cuanto más aboga por la colaboración de clases) no ofrece ninguna oportunidad a la izquierda; hay que conformarse con lo que hay. Los kirchneristas no van más lejos, porque la ‘lucha de clases’ no da; la culpa no la tiene ninguna fuerza política, sino la abstracción ‘lucha de clases’. Pero si este es el caso, ¿qué le están ofreciendo a esa ‘juventud maravillosa’ que acaban de descubrir los colegas de Galasso, de Carta Abierta? Resignación, acomodamiento, cooptación, corruptela y cinismo político.

Galasso tuvo la muy mala suerte de vender su carne podrida contra Altamira y el PO cuando las masas bolivianas se estaban alzando contra el gobierno kirchnerista de Bolivia, que acaba de adoptar el programa de la derecha y recibir su apoyo político. Pero este alzamiento, como otros tantos en Europa y en Asia, son la expresión de la tendencia de los explotados frente a la bancarrota mundial del capitalismo, que se desarrolla a la vista de todos, provocando una degradación social sin precedentes.

En estas condiciones históricas, que necesariamente comportan una transición entre situaciones no revolucionarias y revolucionarias, nuestro partido desarrolla una organización obrera y socialista, que sería imposible sin el desenmascaramiento del ahora sí definitivamente desdentado nacionalismo burgués. ¿Por qué el gobierno ha puesto en marcha todos los recursos del Estado, incluidos los paraestatales de la patota, por un lado, y de los escribas cortesanos, por el otro, contra nuestro partido, el Partido Obrero; por qué nos han convertido en su ENEMIGO PRINCIPAL , si no es, precisamente, porque temen como a la muerte la emancipación política de la clase obrera?

ABAJO EL PACTO CFK-PEDRAZA, fuera la patota de los ferrocarriles y de los sindicatos.

Juicio y castigo a TODOS los culpables del asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra.

Jorge Altamira

7 de enero de 2011